miércoles, julio 05, 2006

El caracol de playa

Caminando por la playa de Caracas, Carito encontró un caracol amarillo enterrado en la arena. Seguro que el mar lo dejó ahí en una de sus idas y vueltas. El mar suele hacer estas cosas, se lleva algo y lo guarda en algún lugar pero nunca sabe donde. Después de que se cansa de pensar dónde lo había llevado lo deja en alguna playa cualquiera. Carito se acordó de lo que dicen de los caracoles de mar. Al acercar la oreja uno puede escuchar el ruido de las olas, como si el mar estuviera encerrado ahí. Cuando acercó su oído se quedó un largo rato con los ojos cerrados. Ya se estaba haciendo muy tarde, corrió a su casa y cuando llegó sus padres la retaron. Estaban muy preocupados por la hora que era y ella que no llegaba. Carito les contó lo maravilloso que era el caracol pero ellos estaban tan molestos que no lo quisieron escuchar. Cuando se fue a dormir Carito acercó su oreja nuevamente y se quedó otro largo rato. Su mamá se asomó y le aconsejó que durmiera. Guardó cuidadosamente el caracol bajo su almohada.
Todos los días lo sacaba y se quedaba escuchando un largo rato antes de dormir.
Sus hermanos y sus amigos decían que lo que se oía era algo que parecía ser el ruido del mar, pero no era el mar. Ni siquiera el mar más pequeño entraría en un caracol. Pero lo que Carito escuchaba en el caracol de mar no era el ruido de las olas. Escuchaba una voz que le contaba historias fantásticas y divertidas, y parece que nadie más que ella las sabía escuchar.

El Mono Beatle

El Mono Bealte cantaba y cantaba, subido en la rama del árbol más alto de la selva. Pegaba unos alaridos agudos cantando su canción preferida:
- ¡She loves you, yeah, yeah, yeah!
Usaba una ropa con colores más chillones que los de un papagayo, el pelo largo hasta los ojos, y al cantar se movía para todos lados como un flan. Cuando las monitas lo escuchaban, lo miraban enamoradas y aplaudían con cada canción. Todas decían que no había mono más mono que el Mono Bealte.
Pero no todos lo querían por igual, el gorila Monotón vivía en las montañas más altas y andaba siempre a los monotazos y gruñía cada vez que Mono Bealte cantaba,
Decía que le iba a romper todos sus instrumentos de dos monotazos, pero el mono no le prestaba atención. Además, tenía una gran habilidad para fabricarse sus propios instrumentos. Con una hoja de palmera hacía de guitarra, con una caña hueca tocaba el clarinete; con dos cocos, las maracas y como si eso fuera poco podía tocar la flauta con una banana.
Por él quería una guitarra de verdad, las hojas de palmera no sonaban ni tenían cuerdas.
- ¡Si tuviera una guitarra, grabaría un disco y sería más famoso que Papá Noel!- le decía a sus amigos.
- ¡Y te pagarían con bananas de oro!- dijo la Lora Perereta.
- ¡Y tendría montones de palmeras donde vivir!-agregó el elefante Enzo.
- ¡Y actuarías en películas! -concluía la Mona Roberta.
Por eso el mono le escribió una carta a sus admiradores que decía:
“Hasta pronto, no me extrañen. Voy en busca de una guitarra verdadera y volveré muy pronto para cantarles. Clavó la carta en el tronco de su palmera y partió, aunque no sabía si existía una guitarra en algún lugar de la selva.
La buscó durante días y noches, entre las plantas, entre la flores, bajo las piedras y detrás de las cascadas. Cuando casi no creía encontrarla se topó con el consultorio de la Lechuza Maga. Vivía sola en un tronco hueco y ansiosa por ayudarlo consultó con su bola de cristal. Dijo las palabras mágicas:
- Rabonarraba minusigarra! dónde hay una guitarra? . Mientras hacía girar sus ojos redondos le dijo:
- Para encontrar una guitarra debes caminar 3 kilómetros hacia el norte, cruzar tres arroyos donde viven los sapos. Deberás tener cuidado cuando atravieses la jungla de los mosquitos, cuando logres cruzarla encontrarás tu guitarra. Genial! con dato tan preciso, el Mono Beatle siguió cuidadosamente las instrucciones y efectivamente encontró la guitarra en una carpa abandonada. Se sintió tan feliz que no se aguantaba las ganas de volver. Regresó por el mismo camino agotado, por suerte el elefante Enzo lo subió en su lomo durante la ultima parte del extenso camino.
Cuando finalmente se reunió con sus amigos y quería cantar su canción predilecta la guitarra no sonaba. Todos sorprendidos lo querían ayudar, la guitarra pasaba de pata en pata pero nadie podía hacerla sonar. Sólo cuando la luciérnaga revoloteaba entre las cuerdas la guitarra mágicamente sonaba. Que misterio! Que tenía la luciérnaga que los otros no? Fue entonces que se les encendió la lamparita y dijeron:
-¡Tiene luz!- dijeron todos a coro. Inmediatamente llamaron a todas las luciérnagas y bichitos de luz para que volaran alrededor del mono Bealte mientras tocaba y cantaba con su guitarra.
Todo volvía a ser una fiesta, el Mono Bealte tocaba, cantaba, bailaba y haciendo monerías su público crecía. Venias de selva en selva para escucharlo, la mona Roberta cantaba con él a coro. Su fama crecía y hasta firmaba autógrafos, sin sospechar que Monotón y sus secuaces tramaban algo.
En las montanas mas altas se reunieron para pensar un plan. No podían robarle la guitarra porque todos iban a sospechar de él, así que tuvo otra idea mejor.
- ¡Llamemos a todos los pájaros de la selva!
Sus secuaces corrieron para reunir a todas la aves, grandes y pequeñas. Cuando todos llegaron Monotón les dijo:
- ¡Hasta ahora ustedes habían alegrado la selva con sus gorgojeos y sus trinos. Pero desde que apareció ese mono flequilludo nadie canta más que él!
Se escucharon chillidos, aleteos y plumeteos. Los pájaros comentaban lo que les dijo el gorila Monotón, y hasta algunos le daban la razón.
- ¡Qué podemos hacer entonces?- finalmente preguntó uno.
- ¡Sacar volando a todas las luciérnagas y bichos de luz, mis plumíferos amigos! Sólo ustedes pueden hacerlo! La guitarra del mono Bealte no sonará sin luz!
Casi todos los pájaros estaba de acuerdo con la idea y salieron volando para cumplirla, menos la lorita Perereta, que se fue volando par otro lado.
Esa misma noche se había reunido más público que nunca para escuchar al mono Bealte. Cuando se subió a su palmera vio que no había ni una sola luciérnaga.
- ¿Qué pasa? -dijo sorprendido-. Sin ellos no podré tocar la guitarra!
Estaba desesperado cuando oyó que su amiga la lorita Perereta le dijo:
-No te preocupes ya llegan en camino las luciérnagas! Así fue que comenzaron a llegar grandes bandadas listas para hacer sonar la guitarra.
Resulta que la Lechuza Maga se enteró de todo mirando su bola de cristal, y junto con la lorita Perereta, muy enojadas le dijeron a los pájaros:
- ¿No les da vergüenza lo que hicieron? El mono Bealte es amigo de todos, es feliz y divierte a todos con sus canciones alegres! En cambio Monotón es un envidioso y no quiere a nadie, por eso los usó para cumplir su plan maléfico!
Los pájaros bajaron el pico y volaron en busca de las luciérnagas y bichos de luz.
Cuando llegaron, junto con el mono Bealte, dieron el mejor espectáculo jamás visto, los aplausos resonaban en toda la selva. Sólo los pájaros más grandes no pudieron aplaudirlo. Estaban volando muy alto llevándose a Monotón y sus secuaces entre las garras. El león, rey de la selva, había decidido que volaran a tierras lejanas.
En la selva la música sonaba y todos bailaban de contentos. Así fue que se formó una orquesta con varios animales que acompañaban las canciones del mono Bealte.

El burro Metepata

El sol salía despacito y sin hacer ruido cuando se dio un gran susto con el canto del Gallo Kiriko:
- Kikirikiiii... Hoy juega el burro Metepata!
Como tenían que oírlo en los campos vecinos, de lago a lago, de toro a vaca y de chancho a chancha, volvió a cantar más fuerte:
Hoy juega Metepataaaa! No se pierdan sus goles!
Por semejante alarido, hasta el mismo burro se despertó asustado y empezó a rebuznar. Todos los animales creyeron que ya había empezado a jugar y corrieron hasta el zapallar de Catalino. Corría el conejo Peto con sus diez conejitos. También corría la avestruz Gertrudis jugando carreras con el caballo Germán y su potrillo Gerardo, que llevaba en su cuello a la familia del escarabajo Cacho.
La hinchada cantaba:
-Me-te-pata! Me-te-pata!
El burro desplegaba toda su habilidad haciendo tacos, rabonas y gambetas. Tenía puesta la remera del espantapájaros que ya no espantaba ni las moscas. Elegía los zapallos más redondos para patear, los más parecidos a una pelota.
El burro entrenaba todas las mañanas acompañado por los cánticos de su hinchada, que cada vez era más numerosa.
Pateaba con las cuatro patas de costado de atrás o como le viniera mejor. El entrenamiento hubiese sido ideal si no le hubiera roto la casa a los castores del lago de al lado. Meta zapallazos había destruido sus cabañas. El burro Metepata lo había hecho sin querer, pero los castores enojadísimos no escuchaban sus disculpas. Por eso tuvo que salir corriendo y huyó junto con el resto de los animales.
Que metida de pata Metepata! El burro anduvo desanimado unos días hasta que vio una pila enorme de sandías. El granjero tenía que subirlas a su camioneta. El burro lo miró sonriente y le dijo:
-Quiere que le ayude a cargar las sandías?
-Claro que si! Pero cómo podrías hacer eso? -preguntó el granjero subido a su camioneta.
El burro tomó carrera retrocediendo unos pasos, miró fijo la primer sandía y de un trote cortito la pateó directo a las manos del granjero. El burro Metesandías cargó el camión entero en dos patadas.
Pero él realmente quería ser jugador de fútbol de verdad y no un burro Metesandías!
A los pocos días se enteró de que había llegado un circo al pueblo. Había un gran cartel con enormes letras rojas que anunciaba: "Gran partido de fútbol en la pista. Juegan las Cebras Chuecas".
El burro entró y vio como las cebras corrían la pelota de un lado a otro. De repente, la pelota cayó a sus pies. Inspiradísimo tomó carrera y paff! pegó una patada impresionante. Hubiese sido sensacional si no fuera porque la pelota pegó en un palo del arco, rebotó y tumbó al equilibrista que caminaba por una cuerda sosteniendo setenta y siete platos, veintitrés vasos, doce globos y un paraguas,
Qué metida de pata Metepata! Mientras los platos y los vasos se rompieron, lo globos se volaron y el paraguas se enganchó en la tela de la carpa y todo se vino abajo.
El dueño del circo estaba furioso:
- Echen a es burro Metelíos! -dijo enojadísimo.
Pobre burro, no pegaba una bien! Tuvo que marcharse con la cabeza baja mientras sus amigos que lo acompañaban.
En eso fue que el potrillo Gerardo le dice:
-Por que no formamos un equipo y desafiamos a las Cebras Chuecas?
A todos les pareció una gran idean y esa misma tarde quedó formado el equipo.
Al día siguiente, en medio de la función del circo unos pajarracos comenzaron a reír:
-Jajaja, jajá! Jijiji, jijí! Las Cebras Chuecas nos hacen reír. Jajaja, jajá! Jojojo, jojó! Nuestro equipo es mucho mejor!
-Muy bien! -dijeron las cebras- aceptamos desafiarlos con una sola condición. Puede jugar cualquiera menos el burro.
Los animales preocupados no sabían que hacer, sin el burro Metegoles no podrían vencer.
-No se preocupen -dijo el caballo Germán- tengo un plan que no puede fallar!
Finalmente llegó el momento del gran partido. Las Cebras Chuecas avanzaron rápidamente y llegaron cerca del arco. Viendo el peligro el chancho Pancho se tiró a las patas de la cebra. Tropezó con la avestruz Gertrudis y casi los aplasta el potrillo Gerardo.
Uno a uno fueron cayendo encima del otro, formando una montaña, mientras las Cebras Chuecas marcaron el primer gol.
Habían discusiones y tropiezos, las cebras aprovechaban para hacer más goles. Fue un desastre total. El primer tiempo terminó 7 a cero.
Los animales estaban desesperados, es que no tenían idea que hacía el caballo Germán con la pintura y los pinceles que llevó. Con ayuda de las ardillas, estaban terminando de pintarle rayas negras al burro. ¡Parecía una cebra! En el segundo tiempo iba a entrar en lugar de la avestruz Gertrudis.
No bien comenzó el partido, el burro bien pintado, se mezcló con las cebras armando una confusión tremenda. La primer pelota que pateó cruzó toda la cancha y fue directo al arco haciendo un golazo!
Todo el pueblo comenzó a gritar:
-Dale Metegoles! Dale Metegoles!
El burro enloquecido de felicidad no paraba de patear y hacer goles y más goles. El equipo consiguió empatar, pero faltaba un gol para ganar. Quedaban muy pocos minutos de juego, las Cebras Chuecas todas se pusieron delante de su arco, no había sin dejar un lugar. Metegoles les habló al oído a sus compañeros, y todos juntos avanzaron corriendo, atropellando a las cebras, que huyeron dejando el arco libre. El burro pateó despacito y el público gritó:
- Gooooooooool!
Era el gol del triunfo y el dueño del circo dijo:
- Contrato a esa cebra para que jugar en el equipo de las Cebras Chuecas!
Metegoles se sintió muy contento, iba a jugar, viajar y recorrer el mundo con el circo.
Pero él no quería meter la pata otra vez, por eso le confesó que sus rayas de cebras estaban pintadas. El dueño del circo lo perdonó y al poco tiempo el burro Metegoles se convirtió en la estrella del equipo de las Cebras Chuecas, y antes de cada partido lo pintaban con rayas negras.

lunes, febrero 27, 2006

Serie Rimas traviesas III

Un trueno tranquilo y trabajador
estudia esponjas y espejos de amor
con rocas y rayos de rojo color
se sientan solitos en un sucio sillón.



Pamplinas

Un pato petiso andaba en pescado
su pico y sus patas se habían paspado
perdía las plumas y algunas palabras
y a cada pasito también protestaba.

Una paloma puntual y sin prisa
parando en Paris picotea una pizza
de postre pidió pocas pasas de uva
también polenta con pulpo y pechuga.

Parece que un primo que usa paraguas
lo presta de día y de noche se empapa
sus perros y pollos están pataleando
para que su panza se pase rascando.


Berberecho

Los burritos barren muy bien las baldosas
y los barriletes borran cualquier cosa
Bernardo buscando muy bien su bandera
y entre los barriles las olas barrena.

Toca su bocina la boca del barco
brindando con bolsas de mar burbujeando,
botellas y bichos se balancearán
con botas muy largas y bizcochos de sal.

Brotan los bifes de aquel plato blanco
bronceando la barba del que está babeando,
sin broches ni brazos sujeta el botón
del brujo de al lado que usa bastón.

viernes, febrero 24, 2006

Coconauta en el espacio

El cocodrilo Rodrigo quería llegar a la luna. Desde muy chico se había imaginado viajando por el espacio atravesando las estrellas. Todos le decían que estaba loco del coco, nunca antes había habido un coconauta en el espacio. Pero estaba tan convencido que decidió armarse su nave y hacer realidad su sueño. En el galpón abandonado de un campo vecino, había una vieja heladera que pensó en usar como nave. Rodrigo muy decidido fue a buscarla. Echó a unos ratones que la usaba de mansión, la limpió y le puso un silloncito acolchado para viajar cómodo. La decoró con flores, guirnaldas y broches. Buscó miles y miles de cables larguísimos para enchufar la heladera y poder viajar hasta la Luna. Su mamá le hizo un traje espacial muy especial con papeles brillantes de colores. De casco usó una pecera. Estaba todo preparado para despegar cuando se oyó que le decían -"¡Rodrigo, no te olvides la bufanda!-. Su mamá, que le traía abrigo por si en espacio estaba fresquito. También le dio un sándwich de ranas y juncos por si le daba hambre en el viaje. Enchufaron la heladera y el motor hizo primeros ruidos. Pum..puff, pam, puff, Su hermano sostenía un sifón de soda por si algo se prendía fuego. La nave remontó vuelo y cada vez subía mas alto. Paso a los árboles, a los pájaros y también a los pajarones. El cable se estiraba. Pasó las nubes y los nubarrones hasta que se hizo oscuro y aparecieron las estrellas. La Luna estaba delante de él, se dirigía a toda velocidad. Pero que cosa! Ella parece estar mas cerca cuando se la mira desde abajo!. El cable se cortó y la heladera se quedaba sin potencia. Entonces el cocodrilo valiente, sacó sus patas y pataleó como lo hace en el agua. Cansado y casi sin aliento hizo el último esfuerzo y logró alunizar como pudo. La vista era mucho mas hermosa que lo que había imaginado. Las estrellas, el sol y los planetas era un espectáculo grandioso. Pero su nave se había desenchufado y no parecía haber ningún enchufe en la Luna. Así no iba poder volver a la tierra ni compartir tanta felicidad con su familia. De pronto sintió un fuerte ruido y la Luna tembló. Había llegado su hermano al rescate en una cortadora de pasto enchufada con el cable que se le cayó a Rodrigo y un poquito más que hizo falta agregarle. Así pudieron volver a su casa. La familia entera organizó una gran fiesta para su regreso, con manjares de sapos, mosquitos y cangrejos. Y esta fue la historia del cocodrilo Rodrigo, el primer coconauta en llegar a la luna en heladera.

Peto, el conejo de Pascua

Hace mucho tiempo en Conejín, un pueblito muy pequeño perdido entre las montañas, vivía el conejo Peto, el menor de una familia de conejos de Pascua. Durante miles años su familia se había encargado de fabricar y repartir los deliciosos huevos de Pascua. Trabajaban muy duro para que al llegar ese domingo por la mañana todos los chicos del pueblo tengan su huevo. Mientras Peto era chiquito era el único que no trabajaba en la fábrica, pero después de un tiempo su mamá le dijo: –Peto, ya tenés la edad suficiente para empezar a colaborar con nuestra tarea. Este año vas a ayudar a tus hermanos con los repartos. Cada uno tiene un sector del pueblo donde tienen que asegurarse de que todos los huevos estén repartidos cuando desaparece la última estrella y antes de que salga el primer rayo de sol del domingo.
Varios meses antes empezaron con todos los preparativos, era un momento muy esperado por todos. El día anterior a la Pascua ya estaban todos los huevitos preparados envueltos en sus bolsitas. Peto había estado toda la mañana y la tarde jugando y correteando por ahí. Al llegar el atardecer toda la familia se reunió y dividieron las tareas. Peto tomó su bolsa y comenzó su recorrido. Estaba tan cansado de juguetear todo el día que pensó que no iba poder llegar a hacerlo, así que al llegar a la plaza se recostó entre las raíces de un árbol y se durmió. Cuando se despertó se había hecho muy tarde, ya era de noche y los pajaritos le habían robado y picoteado la mayoría de los huevitos. Peto se dio cuenta que no iba a poder cumplir con su tarea. Se puso muy triste y comenzó a llorar, el no quería decepcionar a su familia. En la casa más cercana de la plaza unos chicos se despertaron por su llanto. Salieron por la ventana de su cuarto y ahí lo vieron al conejito llorando bajo el árbol. Eran dos hermanos, Lily y Emy. Le preguntaron por qué estaba tan triste y el conejito les contó. Así que ellos decidieron ayudarlo. Rápidamente prepararon un plan y fueron a la fábrica. Hicieron tantos huevos como necesitaban y le pusieron caramelos adentro. Lily comenzó a repartirlos en bicicleta, Emy en patineta y Peto en una cometa. Así pudieron llegar a todos lados que necesitaban y antes de que salga el primer rayo de sol todos los huevitos fueron entregados. Peto estaba cansado y sin dormir, pero muy feliz porque toda su familia lo felicitó por lo bien que hizo su trabajo. El conejito estaba muy agradecido con Lily y Emy, sin su ayuda no iba poder cumplir con su tarea. Así que todos domingos les llevaba un huevito de chocolate en su ventana, aunque no fuera Pascua.
Para la próxima Pascua le pusieron un juguete adentro de cada huevo, una excelente idea de Peto y sus dos amigos, que todos los días jugaban bajo el árbol donde lo conocieron.

Ladridos

En un estudio de televisión había un simpático perrito, todos lo acariciaban y lo querían. Un día se dirigió al director y le dijo –Quiero aparecer en la tele, tengo algo que decir-. Todos sorprendidos rápidamente pusieron una cámara y lo escucharon atentamente. Resulta que el perro se había cansado de escuchar mentiras y empezó a hablar:
-Escúchenme bien, voy a decirles todas las cosas que dicen de nosotros y no son verdad. La cola no la movemos, se mueve cuando estamos contentos como si fuera una sonrisa. No damos la pata, sólo mostramos lo bien cuidada que tenemos las uñas por escarbar el suelo. Si nos rascan la panza nos hacen cosquillas y movemos las patas porque es nuestra manera de reírnos a carcajadas. También dicen que vemos sólo en blanco y negro, pero no, vemos en 356 colores y con muy buena memoria recordamos nuestros mejores momentos. También podemos ver la televisión sólo que no hay algo que nos interese, y además no podemos manejar el control remoto con las patas porque apretamos todos los botones. Cuando olfateamos a otro perro es lo mismo que para ustedes decirle “hola, cómo te llamás?”. Damos vueltas en el lugar antes de acostarnos por que sabemos que es bueno hacer ejercicio antes de dormir. Creo que nada más, ah si, los huesitos que nos dan los enterramos en la tierra porque la usamos de heladera. Esto fue todo, sólo por hoy hablé, los perros tenemos un pacto de silencio y por eso nunca más me escucharán a mi y ni a ninguno más, los perros no hablamos ni nos hace falta hablar.-
Así fue, la primera y única vez que un perro habló, pero fue tanto el apuro y la sorpresa para todos que el camarógrafo se olvidó de poner el cassette para grabar y no quedó registro alguno de eso. Todos lo que lo escucharon ese día nunca pudieron contar nada, ¿quién le creería a alguien que dijo haber escuchado a un perro hablar?. Entonces, ¿alguien quien cree en esto que acabo de contar?

¡Feliz Cumpleaños!

Cuando empezó el festejo los globos colgaban de una lámpara. Mientras, los chicos jugaban y saltaban por toda la casa. Al terminar la fiesta los globos quedaron en su lugar toda la noche. Algunos se desinflaban mientras se dormían, otro explotó sin que nadie lo tocara. Pero había uno gordo y rojo que seguía sin dormirse. Por la mañana lo vieron con sus letras de FELIZ CUMPLEAÑOS bien infladas. La fiesta ya había terminado, ya no tenía sentido que siga ahí, ya no servía. Lo metieron en el horno, lo colgaron de la soga, lo sacaban a pasear, pero nada lo desinflaba. Así que lo empezaron a usar como almohadón. Le dibujaron con un marcador grueso unos ojos grandes y guiñó uno ojo. Después le hicieron una sonrisa y el globo dijo: - Feliz Cumpleaños!-. Claro, era lo único que sabía decir, porque lo tenía escrito en su cuerpo. Después le dibujaron la nariz. También unas orejas para que escuche, y manos y pies para caminar. El globo rojo era uno más de la familia, comía, estudiaba, jugaba con los chicos y dormía en el sillón. Al llegar otro cumpleaños también llegaron más globos. Estaba muy celoso, él quería se el único globo en la familia. Pero todos lo querían mucho y nadie le iba a sacar su lugar. Le dibujaron una novia en un hermoso globo dorado y a él le dibujaron bigotitos. Al poco tiempo se casaron y tuvieron muchos globitos redondos y juguetones. La casa se llenó de alegría y color, y aunque les parezca extraño, vivieron siempre felices como en una fiesta de cumpleaños.

Y colorín colorado, estos globos se han inflado.

lunes, febrero 06, 2006

Historia premiada

El lápiz estaba muy aburrido, hacía rato que estaba apoyado en ese escritorio, tenía poca punta y la cola mordisqueada. Cerca había una hoja con algunos mamarrachos que con él mismo habían hecho, pero se le ocurrió una idea, escribir un cuento el mismo, por su cuenta. Muy entusiasmado comenzó a escribirlo. Al rato llegó la birome y él le contó la fantástica historia que se le había ocurrido. La birome le preguntó si podía jugar con él escribiendo y como el lápiz era muy bueno le dijo que si. Pero la birome empezó a tachar palabras y hasta frases que el lápiz había escrito, quería cambiarle todo. Muy enojado el lápiz le dijo, este es mi cuento y mi historia, si no te gusta nada escribilo en otro papel. La birome le contestó y empezaron a pelar, él quería un guerrero y ella una princesa, el con espada y ella con un caballo, el que vivía en el bosque y ella en un castillo. Con tanta pelea y discusión las letras escritas se enojaron tanto que quemaron el papel. Una tijera que estaba por ahí esperó a que se calmaran un poco y les dijo –mejor que la corten con esta discusión, así no van a poder escribir nada ninguno de los dos!. Fue así que les propuso hacer una hermosa historia con los dos personajes que ellos querían. La historia de un guerrero con espada que vivía en el bosque y conoce a una hermosa princesa que paseaba en su caballo, se enamoran y viven felices en su castillo. A los dos les gustó mucho la idea. El lápiz y la birome comenzaron a escribir más cuentos, cada más y más. A todo el mundo les encantaban sus historias. Llegaron a ser muy famosos y ganaron muchos premios como el lápiz de oro y la birome de plata.

Pinchada rebelde

El tenedor rebelde no quería pinchar, de un día para el otro quiso dejar de trabajar. Soltaba cada bocado cuando lo empezaba a levantar. Al ponerlo en la mesa comenzaba a rezongar, el cuchillo y la cuchara ya no lo querían escuchar. Se ponía tan molesto que lo empezaron a apartar.Nadie en la casa lo quería usar, como ya no hacía lo que debía al fondo del cajón fue a parar. Así quedó olvidado en aquel lugar, un rincón tan feo y sucio que ni la luz quería entrar.Un corcho viejo de vez en cuando le quería conversar, pero el tenedor rebelde ni le quería contestar. Después de un largo tiempo y cansado de esperar, entendió que por desobediente lo debieron castigar. Se hizo amigo del corcho y lo comenzó a escuchar, aprendió de sus consejos que lo hicieron cambiar. Un día lo confundieron y lo volvieron a usar, tenedor arrepentido había vuelto a pinchar. Lo hacía tan bien que todos lo querían usar y así vivió feliz sin pinchar la rebeldía nunca más.

Seri Rimas Traviesas II

Solamente sobran los sombreros sentados
Tomando del termo tostadas de tarde
Queriendo el queso quejoso y quemando
Domando los dedos y el disco del dado.



Enseñanza

Una maraña de locas pirañas
Engañan arañas de muy malas mañas
Este año pudieron viajar a España
pero extrañan las uñas y algunas hazañas.

La niña que no tiene señuelo
Tiñe con cariño un viejo pañuelo
los caños y piñas añoran puñados
de pestañas largas y otoños tacaños.

Cañones de mucho tamaño
señalan artistas muy bien enseñados
con tanta leña que cae del cielo
añade un nido de paños y nietos.


Llamadas

Una llama orgullosa hace llover
Ollas calladas y llaves de tul
Un caballo que lleva pollera
Llena de collares y orgullo de tela.

Cayó atropellado el color amarillo
Creyendo que podía detallar su gatillo
Sin mallas ni toallas ni ayer ni mañana
Aquellas polillas comieron caballa.

Chillaba la calle por aquella llamada
Llorando llegadas y también cabelleras
Con llantas sin talles para las ballenas
Y avellanas en sillas que llegan con ellas

Los pollos mayores que están apoyados
Hallaron solitos el cuello del gallo
Y esos payasos sin callos ni rodillas
Seguro que tienen millones de cosquillas.

martes, enero 24, 2006

Serie Rimas traviesas I

Rimas de ranas que riman con ramas
Soles con sueño y soleados pañuelos
Que cantan contentos trinando trineos
Con perros remando y gatos barriendo.


Enchastre

La cuchara elegante se enchastró la pollera
Al pasar en su coche por un charco de barro
Donde un caniche canchero tomaba su baño
Y un chivo cochino andaba descalzo.

Una muchacha con mechones rubios
Paseaba tranquila su perro salchicha
Hasta que mancharon su chomba dorada
con todos los chorros que el chivo le echaba.

Todos lo pichichos empezaron a ladrar
pero vino el chancho y los quiso echar
“Fuera cachivaches, este es mi lugar”
Y de un chapuzón los hizo volar.



Mejunje

El ojo de lejos quiso mirar
Con tejas de paja y hojas de sal
esponjas naranjas y almejas de mar
servidas en una jarra ejemplar.

Lentejas grandes como unas orejas
Escuchan gigantes jinetes cantar
con pájaros rojos y flores de azahar
en un jardín que no han visto jamás.

El jabalí y el conejo juegan sin parar
se esconden bajo las ramas del Jacarandá
justo la jirafa se empieza a quejar
Y junta juguetes para irse a acostar.

Viajó la jalea untada en el pan
Con lujos y gajos comiendo demás
el jamón tiene hojotas al revés
y supo tejer y aprender japonés.

martes, enero 10, 2006

Café enfermo

El café comenzó a sentirse mal, hacia unos días que estaba en la heladera y no hacía más que estornudar. Cuando lo sacaron se sentía peor, su taza estaba tan fría que el calor del ambiente lo hizo transpirar. Llegó a la mesa y comenzó a sentirse mejor, acompañado de la azucarera que con sus chistes lo empezó a animar. Por suerte vino la cuchara que le sirvió unas generosas caricias de azúcar que lo terminaron de recomponer. Finalmente llegó la leche para terminarlo de acompañar, y con suavidad le dio el calor que tanto necesitaba. Se acordó de los fríos días que pasó en la heladera, ahora estaba acompañado por sus amigos y en plena felicidad. Cuando alguien bebió la espumosa taza saboreó unos de los más ricos café con leche que se tomaron jamás.

Por el cielo

Hoy pasó, casi se ve la huella en el cielo, sólo se ve cuando se deja ver, no es fácil verla, sólo hay que decidir mirara un lugar en el cielo, el más probable, y luego esperar. Hoy pasó el avión ese que es tu amigo, que cuando cruza el cielo abre la puerta y mirando hacia abajo con el aire en la cara grita:"hooooooolaaaaaaaa, chaaaaaauuuuuuuu?"
Hoy lo escuché mientras la siesta te dormía, pero le respondí muy fuerte para que me escuche, le dije que en ese momento estabas durmiendo en tu cama, pero cuando pase nuevamente lo reconoceremos y lo saludaremos, vos agitando los brazos y yo ladrando muy fuerte, por que ahora ya conoce a tu perro.

La hormiga

Desde la mañana en que apareció misteriosamente la hormiga en su almohada, vivó atemorizado por cada uno de esos pequeños negros insectos que se le cruzaban por delante. Tanto pánico y miedo tenía guardado que de a poco se convirtió en odio, un odio que crecía día a día. Cada vez que veía una hormiga de un pisotón rabioso la aplastaba y el suelo temblaba.
Una mañana como aquella anterior, al despertar, vio en el suelo de su habitación una larga fila de hormigas marchando hacia su cama, lo vio seguir bajo sus sábanas y al levantarlas ¡que sorpresa! por su ombligo una a una entraban, porque un hormiguero hicieron en su panza.

Dedos largos

Uño tiene los dedo largos como las vías de un tren. Está en el quiosco y no deja de mirar el recipiente apoyado sobre el mostrador donde están los caramelos. Mientras el quiosquero está distraído mirando para otro lado, muy cuidadosamente empieza a estirar sus dedos hasta lograr atrapar unos cuantos caramelos. Los mete en su bolsillo haciéndose el distraído. Ansiosísimo por comerlos, sale del lugar y saca uno de sus tan preciados tesoros conseguidos, pero de pronto se topa con su mayor dificultad, sus dedos son tan largos que no puede desenroscar el envoltorio. Intenta hacerlo con una mano pero no puede, se ayuda mordiéndolo de un lado pero sus dedos son tan largos que no puede sujetarlo. Uño está tan desesperado que comienza a comer los caramelos envueltos con su papel brillante y todo. Por la noche antes de acostarse, empieza a sentirse muy mal, la panza se le volvió una piedra dura. Después de aquella noche no quiso comer más caramelos y mucho menos tomarlos sin permiso del recipiente apoyado en el mostrador del quiosco.

Deseos

Trató de alcanzarlo todo, pero su estatura no se lo permitía, era demasiado pequeño para llegar donde quería. Primero intentaba sujetar la comida que le servían, en su boca lo alimentaban porque brazos no tenía.
Quiso tocar la rama más alta de su árbol, pero todo fue en vano porque nunca llegaría. Pero de pronto un día sus brazos crecían y crecían, pudo agitarlos muy fuerte y de su nido al fin volaría.

Merienda

El vaso estaba servido, en su piel lechosa ella chapoteaba, y daba vueltas y vueltas como una cuchara, fue entonces que la galletita se mojó con la leche blanca. Se sintió muy pesada y débil, sentía como que su cuerpo se partía, pero nada la hizo tan feliz como la sensación de que podía nadar tranquila. Tanto disfrutó ese momento que pareciera que no le importó que una boca hambrienta de un mordisco se la comiera.

La tortuga y la ciudad

La mañana despertaba sobre la cuidad, los edificios se despabilaban con las cosquillas de la nubes que pasaban. Todo era tranquilo y se movía lento, muy despacio aparecía la luz del día, la tortuga de la ciudad comenzaba a caminar hasta que todo de pronto se detenía, el tiempo tan lento y la vida tranquila.

La tortuga llegaba al pasto verde y tierno que tanto le gustaba comer, del lado soleado del planetita donde camina. Con la ciudad desparramada por encima de todo su caparazón generoso, come lentamente hasta que está satisfecha, y después de un descanso es ahí donde nuevamente empieza a caminar, hacia el lado oscuro de su planetita, despacio y lento, paso sobre paso la luz se vas esfumando, hasta se queda a oscuras donde duerme la tortuga, y se hace de noche en la ciudad.

La familia Dedal

Eran cinco de familia, siempre juntos y muy unidos, en la misma mano vivían felices. Cada dedo tenía y cuidaba de su uña, salvo el pobre gordito que su dueña con los dientes se la comía, todo el tiempo estaba cortada y dolorida. El hermano que seguía era más flaco, y le gustaba estar dentro de las orejas y sacar restos de comida de las muelas. El otro era el mayor y más altos de todos, siempre mandaba y decidía lo que sus hermanos tenían que hacer. El siguiente tenía enroscado un anillo muy redondo, y por último venía el más pequeño de la familia Dedal. Travieso y escurridizo, siempre pensó que había algo más allá de la blanca mano que los unía, otra parte que ninguno de ellos conocía. Sabía que había otra mano, y que de vez en cuando se acercaban y hasta se tocaban, pero nunca se hablaban ni nada. Decían que la otra mano era se creía más importante, que la dueña la prefería, la usaba para casi todo, como agarrar una taza, buscar las llaves o prender la luz, en cambio a ellos solamente hacían cosas secundarias.

Una noche antes de dormir, cuando la dueña estaba rezando, el más pequeño decidió chistarle a la otra mano, pero nadie contestaba, probó de moverse un poco y no pasó nada, le preguntó si alguien lo escuchaba pero tampoco tuvo respuesta. A partir de ese día se convenció de que la otra mano no sentía y no eran como ellos, tal cual le habían dicho. Pero lo que ninguna de las dos manos sabía, es que la otra pensaba lo mismo de ellos.

El punto y la raya

La raya andaba y andaba, por donde quería andaba, nadie lo notaba cuando ella pasaba, simplemente se deslizaba. El punto la seguía, a todos lados donde ella iba, cuando había sol y cuando llovía, todo el tiempo detrás de ella dormía. Viajaron mucho tiempo durante toda su vida, visitaron todos los lugares que querían, aprendieron todo lo que no sabían, pero había algo que nunca pudieron hacer, que el punto esté delante y ella al revés, él no conocía su cara y ella tampoco la de él. Pensaron y pensaron que debían hacer, para que al fin un día se pudieran conocer, el punto pensó y pensó hasta que una brillante idea apareció, buscaron un espejo para verse del revés, cómo antes no se les ocurrió!

El reloj

Veía pasar las horas, todos los días, a todo momento y sin pausa. Nunca descansaba sus bracitos que daban vueltas y vueltas, una vieja fórmula que aprendió de su familia muchísimo años atrás. Sus movimientos eran lentos pero constantes, nunca dejaba de moverse con la perfección que siempre tuvo. Marcaba la hora sin segundos de más, pero un día se puso a pensar que significaba el tiempo en realidad, qué es eso que pasa sin parar y que todo el mundo lo mira para saber que hora es, acaso hay algo que esperan lo horarios de comer, divertirse, salir, volver, vestirse, dormir. En ese preciso momento es cuando se dio cuenta que el tiempo existe aunque a él no le sirve y así se le hizo tarde.



Este cuento fue publicado en el blog Minicuentos. Gracias!

La botella

Inmenso. Iba y venía juguetón, se mojaba los pies, y se asustaba con su rugido. Se acercó callado y en puntitas de pie a la orilla y finalmente logró atraparlo. Abrió la botella y entró furioso en ella, sólo en un segundo la llenó.
-¡Mirá mami, lo que tengo acá...!
Una mirada y un abrazo guardaron sonriente la botella con un pedazo de mar encerrado.

lunes, enero 09, 2006

Quien quiera ver que vea

Basta de hablar acuso que el lenguaje humano desde siempre fue inútil. Por eso llegó la hora de escribir, y tengo ganas de hacerlo para que los chicos lo lean. Espero no quitarles la inquietud de hacerlo, pero creo que la literatura infantil puede ser una forma de ver la realidad de otro modo, inocente, impensada y hasta incluso de forma inexplicable.

Aquí las pruebas