martes, enero 24, 2006

Serie Rimas traviesas I

Rimas de ranas que riman con ramas
Soles con sueño y soleados pañuelos
Que cantan contentos trinando trineos
Con perros remando y gatos barriendo.


Enchastre

La cuchara elegante se enchastró la pollera
Al pasar en su coche por un charco de barro
Donde un caniche canchero tomaba su baño
Y un chivo cochino andaba descalzo.

Una muchacha con mechones rubios
Paseaba tranquila su perro salchicha
Hasta que mancharon su chomba dorada
con todos los chorros que el chivo le echaba.

Todos lo pichichos empezaron a ladrar
pero vino el chancho y los quiso echar
“Fuera cachivaches, este es mi lugar”
Y de un chapuzón los hizo volar.



Mejunje

El ojo de lejos quiso mirar
Con tejas de paja y hojas de sal
esponjas naranjas y almejas de mar
servidas en una jarra ejemplar.

Lentejas grandes como unas orejas
Escuchan gigantes jinetes cantar
con pájaros rojos y flores de azahar
en un jardín que no han visto jamás.

El jabalí y el conejo juegan sin parar
se esconden bajo las ramas del Jacarandá
justo la jirafa se empieza a quejar
Y junta juguetes para irse a acostar.

Viajó la jalea untada en el pan
Con lujos y gajos comiendo demás
el jamón tiene hojotas al revés
y supo tejer y aprender japonés.

martes, enero 10, 2006

Café enfermo

El café comenzó a sentirse mal, hacia unos días que estaba en la heladera y no hacía más que estornudar. Cuando lo sacaron se sentía peor, su taza estaba tan fría que el calor del ambiente lo hizo transpirar. Llegó a la mesa y comenzó a sentirse mejor, acompañado de la azucarera que con sus chistes lo empezó a animar. Por suerte vino la cuchara que le sirvió unas generosas caricias de azúcar que lo terminaron de recomponer. Finalmente llegó la leche para terminarlo de acompañar, y con suavidad le dio el calor que tanto necesitaba. Se acordó de los fríos días que pasó en la heladera, ahora estaba acompañado por sus amigos y en plena felicidad. Cuando alguien bebió la espumosa taza saboreó unos de los más ricos café con leche que se tomaron jamás.

Por el cielo

Hoy pasó, casi se ve la huella en el cielo, sólo se ve cuando se deja ver, no es fácil verla, sólo hay que decidir mirara un lugar en el cielo, el más probable, y luego esperar. Hoy pasó el avión ese que es tu amigo, que cuando cruza el cielo abre la puerta y mirando hacia abajo con el aire en la cara grita:"hooooooolaaaaaaaa, chaaaaaauuuuuuuu?"
Hoy lo escuché mientras la siesta te dormía, pero le respondí muy fuerte para que me escuche, le dije que en ese momento estabas durmiendo en tu cama, pero cuando pase nuevamente lo reconoceremos y lo saludaremos, vos agitando los brazos y yo ladrando muy fuerte, por que ahora ya conoce a tu perro.

La hormiga

Desde la mañana en que apareció misteriosamente la hormiga en su almohada, vivó atemorizado por cada uno de esos pequeños negros insectos que se le cruzaban por delante. Tanto pánico y miedo tenía guardado que de a poco se convirtió en odio, un odio que crecía día a día. Cada vez que veía una hormiga de un pisotón rabioso la aplastaba y el suelo temblaba.
Una mañana como aquella anterior, al despertar, vio en el suelo de su habitación una larga fila de hormigas marchando hacia su cama, lo vio seguir bajo sus sábanas y al levantarlas ¡que sorpresa! por su ombligo una a una entraban, porque un hormiguero hicieron en su panza.

Dedos largos

Uño tiene los dedo largos como las vías de un tren. Está en el quiosco y no deja de mirar el recipiente apoyado sobre el mostrador donde están los caramelos. Mientras el quiosquero está distraído mirando para otro lado, muy cuidadosamente empieza a estirar sus dedos hasta lograr atrapar unos cuantos caramelos. Los mete en su bolsillo haciéndose el distraído. Ansiosísimo por comerlos, sale del lugar y saca uno de sus tan preciados tesoros conseguidos, pero de pronto se topa con su mayor dificultad, sus dedos son tan largos que no puede desenroscar el envoltorio. Intenta hacerlo con una mano pero no puede, se ayuda mordiéndolo de un lado pero sus dedos son tan largos que no puede sujetarlo. Uño está tan desesperado que comienza a comer los caramelos envueltos con su papel brillante y todo. Por la noche antes de acostarse, empieza a sentirse muy mal, la panza se le volvió una piedra dura. Después de aquella noche no quiso comer más caramelos y mucho menos tomarlos sin permiso del recipiente apoyado en el mostrador del quiosco.

Deseos

Trató de alcanzarlo todo, pero su estatura no se lo permitía, era demasiado pequeño para llegar donde quería. Primero intentaba sujetar la comida que le servían, en su boca lo alimentaban porque brazos no tenía.
Quiso tocar la rama más alta de su árbol, pero todo fue en vano porque nunca llegaría. Pero de pronto un día sus brazos crecían y crecían, pudo agitarlos muy fuerte y de su nido al fin volaría.

Merienda

El vaso estaba servido, en su piel lechosa ella chapoteaba, y daba vueltas y vueltas como una cuchara, fue entonces que la galletita se mojó con la leche blanca. Se sintió muy pesada y débil, sentía como que su cuerpo se partía, pero nada la hizo tan feliz como la sensación de que podía nadar tranquila. Tanto disfrutó ese momento que pareciera que no le importó que una boca hambrienta de un mordisco se la comiera.

La tortuga y la ciudad

La mañana despertaba sobre la cuidad, los edificios se despabilaban con las cosquillas de la nubes que pasaban. Todo era tranquilo y se movía lento, muy despacio aparecía la luz del día, la tortuga de la ciudad comenzaba a caminar hasta que todo de pronto se detenía, el tiempo tan lento y la vida tranquila.

La tortuga llegaba al pasto verde y tierno que tanto le gustaba comer, del lado soleado del planetita donde camina. Con la ciudad desparramada por encima de todo su caparazón generoso, come lentamente hasta que está satisfecha, y después de un descanso es ahí donde nuevamente empieza a caminar, hacia el lado oscuro de su planetita, despacio y lento, paso sobre paso la luz se vas esfumando, hasta se queda a oscuras donde duerme la tortuga, y se hace de noche en la ciudad.

La familia Dedal

Eran cinco de familia, siempre juntos y muy unidos, en la misma mano vivían felices. Cada dedo tenía y cuidaba de su uña, salvo el pobre gordito que su dueña con los dientes se la comía, todo el tiempo estaba cortada y dolorida. El hermano que seguía era más flaco, y le gustaba estar dentro de las orejas y sacar restos de comida de las muelas. El otro era el mayor y más altos de todos, siempre mandaba y decidía lo que sus hermanos tenían que hacer. El siguiente tenía enroscado un anillo muy redondo, y por último venía el más pequeño de la familia Dedal. Travieso y escurridizo, siempre pensó que había algo más allá de la blanca mano que los unía, otra parte que ninguno de ellos conocía. Sabía que había otra mano, y que de vez en cuando se acercaban y hasta se tocaban, pero nunca se hablaban ni nada. Decían que la otra mano era se creía más importante, que la dueña la prefería, la usaba para casi todo, como agarrar una taza, buscar las llaves o prender la luz, en cambio a ellos solamente hacían cosas secundarias.

Una noche antes de dormir, cuando la dueña estaba rezando, el más pequeño decidió chistarle a la otra mano, pero nadie contestaba, probó de moverse un poco y no pasó nada, le preguntó si alguien lo escuchaba pero tampoco tuvo respuesta. A partir de ese día se convenció de que la otra mano no sentía y no eran como ellos, tal cual le habían dicho. Pero lo que ninguna de las dos manos sabía, es que la otra pensaba lo mismo de ellos.

El punto y la raya

La raya andaba y andaba, por donde quería andaba, nadie lo notaba cuando ella pasaba, simplemente se deslizaba. El punto la seguía, a todos lados donde ella iba, cuando había sol y cuando llovía, todo el tiempo detrás de ella dormía. Viajaron mucho tiempo durante toda su vida, visitaron todos los lugares que querían, aprendieron todo lo que no sabían, pero había algo que nunca pudieron hacer, que el punto esté delante y ella al revés, él no conocía su cara y ella tampoco la de él. Pensaron y pensaron que debían hacer, para que al fin un día se pudieran conocer, el punto pensó y pensó hasta que una brillante idea apareció, buscaron un espejo para verse del revés, cómo antes no se les ocurrió!

El reloj

Veía pasar las horas, todos los días, a todo momento y sin pausa. Nunca descansaba sus bracitos que daban vueltas y vueltas, una vieja fórmula que aprendió de su familia muchísimo años atrás. Sus movimientos eran lentos pero constantes, nunca dejaba de moverse con la perfección que siempre tuvo. Marcaba la hora sin segundos de más, pero un día se puso a pensar que significaba el tiempo en realidad, qué es eso que pasa sin parar y que todo el mundo lo mira para saber que hora es, acaso hay algo que esperan lo horarios de comer, divertirse, salir, volver, vestirse, dormir. En ese preciso momento es cuando se dio cuenta que el tiempo existe aunque a él no le sirve y así se le hizo tarde.



Este cuento fue publicado en el blog Minicuentos. Gracias!

La botella

Inmenso. Iba y venía juguetón, se mojaba los pies, y se asustaba con su rugido. Se acercó callado y en puntitas de pie a la orilla y finalmente logró atraparlo. Abrió la botella y entró furioso en ella, sólo en un segundo la llenó.
-¡Mirá mami, lo que tengo acá...!
Una mirada y un abrazo guardaron sonriente la botella con un pedazo de mar encerrado.

lunes, enero 09, 2006

Quien quiera ver que vea

Basta de hablar acuso que el lenguaje humano desde siempre fue inútil. Por eso llegó la hora de escribir, y tengo ganas de hacerlo para que los chicos lo lean. Espero no quitarles la inquietud de hacerlo, pero creo que la literatura infantil puede ser una forma de ver la realidad de otro modo, inocente, impensada y hasta incluso de forma inexplicable.

Aquí las pruebas