lunes, febrero 27, 2006

Serie Rimas traviesas III

Un trueno tranquilo y trabajador
estudia esponjas y espejos de amor
con rocas y rayos de rojo color
se sientan solitos en un sucio sillón.



Pamplinas

Un pato petiso andaba en pescado
su pico y sus patas se habían paspado
perdía las plumas y algunas palabras
y a cada pasito también protestaba.

Una paloma puntual y sin prisa
parando en Paris picotea una pizza
de postre pidió pocas pasas de uva
también polenta con pulpo y pechuga.

Parece que un primo que usa paraguas
lo presta de día y de noche se empapa
sus perros y pollos están pataleando
para que su panza se pase rascando.


Berberecho

Los burritos barren muy bien las baldosas
y los barriletes borran cualquier cosa
Bernardo buscando muy bien su bandera
y entre los barriles las olas barrena.

Toca su bocina la boca del barco
brindando con bolsas de mar burbujeando,
botellas y bichos se balancearán
con botas muy largas y bizcochos de sal.

Brotan los bifes de aquel plato blanco
bronceando la barba del que está babeando,
sin broches ni brazos sujeta el botón
del brujo de al lado que usa bastón.

viernes, febrero 24, 2006

Coconauta en el espacio

El cocodrilo Rodrigo quería llegar a la luna. Desde muy chico se había imaginado viajando por el espacio atravesando las estrellas. Todos le decían que estaba loco del coco, nunca antes había habido un coconauta en el espacio. Pero estaba tan convencido que decidió armarse su nave y hacer realidad su sueño. En el galpón abandonado de un campo vecino, había una vieja heladera que pensó en usar como nave. Rodrigo muy decidido fue a buscarla. Echó a unos ratones que la usaba de mansión, la limpió y le puso un silloncito acolchado para viajar cómodo. La decoró con flores, guirnaldas y broches. Buscó miles y miles de cables larguísimos para enchufar la heladera y poder viajar hasta la Luna. Su mamá le hizo un traje espacial muy especial con papeles brillantes de colores. De casco usó una pecera. Estaba todo preparado para despegar cuando se oyó que le decían -"¡Rodrigo, no te olvides la bufanda!-. Su mamá, que le traía abrigo por si en espacio estaba fresquito. También le dio un sándwich de ranas y juncos por si le daba hambre en el viaje. Enchufaron la heladera y el motor hizo primeros ruidos. Pum..puff, pam, puff, Su hermano sostenía un sifón de soda por si algo se prendía fuego. La nave remontó vuelo y cada vez subía mas alto. Paso a los árboles, a los pájaros y también a los pajarones. El cable se estiraba. Pasó las nubes y los nubarrones hasta que se hizo oscuro y aparecieron las estrellas. La Luna estaba delante de él, se dirigía a toda velocidad. Pero que cosa! Ella parece estar mas cerca cuando se la mira desde abajo!. El cable se cortó y la heladera se quedaba sin potencia. Entonces el cocodrilo valiente, sacó sus patas y pataleó como lo hace en el agua. Cansado y casi sin aliento hizo el último esfuerzo y logró alunizar como pudo. La vista era mucho mas hermosa que lo que había imaginado. Las estrellas, el sol y los planetas era un espectáculo grandioso. Pero su nave se había desenchufado y no parecía haber ningún enchufe en la Luna. Así no iba poder volver a la tierra ni compartir tanta felicidad con su familia. De pronto sintió un fuerte ruido y la Luna tembló. Había llegado su hermano al rescate en una cortadora de pasto enchufada con el cable que se le cayó a Rodrigo y un poquito más que hizo falta agregarle. Así pudieron volver a su casa. La familia entera organizó una gran fiesta para su regreso, con manjares de sapos, mosquitos y cangrejos. Y esta fue la historia del cocodrilo Rodrigo, el primer coconauta en llegar a la luna en heladera.

Peto, el conejo de Pascua

Hace mucho tiempo en Conejín, un pueblito muy pequeño perdido entre las montañas, vivía el conejo Peto, el menor de una familia de conejos de Pascua. Durante miles años su familia se había encargado de fabricar y repartir los deliciosos huevos de Pascua. Trabajaban muy duro para que al llegar ese domingo por la mañana todos los chicos del pueblo tengan su huevo. Mientras Peto era chiquito era el único que no trabajaba en la fábrica, pero después de un tiempo su mamá le dijo: –Peto, ya tenés la edad suficiente para empezar a colaborar con nuestra tarea. Este año vas a ayudar a tus hermanos con los repartos. Cada uno tiene un sector del pueblo donde tienen que asegurarse de que todos los huevos estén repartidos cuando desaparece la última estrella y antes de que salga el primer rayo de sol del domingo.
Varios meses antes empezaron con todos los preparativos, era un momento muy esperado por todos. El día anterior a la Pascua ya estaban todos los huevitos preparados envueltos en sus bolsitas. Peto había estado toda la mañana y la tarde jugando y correteando por ahí. Al llegar el atardecer toda la familia se reunió y dividieron las tareas. Peto tomó su bolsa y comenzó su recorrido. Estaba tan cansado de juguetear todo el día que pensó que no iba poder llegar a hacerlo, así que al llegar a la plaza se recostó entre las raíces de un árbol y se durmió. Cuando se despertó se había hecho muy tarde, ya era de noche y los pajaritos le habían robado y picoteado la mayoría de los huevitos. Peto se dio cuenta que no iba a poder cumplir con su tarea. Se puso muy triste y comenzó a llorar, el no quería decepcionar a su familia. En la casa más cercana de la plaza unos chicos se despertaron por su llanto. Salieron por la ventana de su cuarto y ahí lo vieron al conejito llorando bajo el árbol. Eran dos hermanos, Lily y Emy. Le preguntaron por qué estaba tan triste y el conejito les contó. Así que ellos decidieron ayudarlo. Rápidamente prepararon un plan y fueron a la fábrica. Hicieron tantos huevos como necesitaban y le pusieron caramelos adentro. Lily comenzó a repartirlos en bicicleta, Emy en patineta y Peto en una cometa. Así pudieron llegar a todos lados que necesitaban y antes de que salga el primer rayo de sol todos los huevitos fueron entregados. Peto estaba cansado y sin dormir, pero muy feliz porque toda su familia lo felicitó por lo bien que hizo su trabajo. El conejito estaba muy agradecido con Lily y Emy, sin su ayuda no iba poder cumplir con su tarea. Así que todos domingos les llevaba un huevito de chocolate en su ventana, aunque no fuera Pascua.
Para la próxima Pascua le pusieron un juguete adentro de cada huevo, una excelente idea de Peto y sus dos amigos, que todos los días jugaban bajo el árbol donde lo conocieron.

Ladridos

En un estudio de televisión había un simpático perrito, todos lo acariciaban y lo querían. Un día se dirigió al director y le dijo –Quiero aparecer en la tele, tengo algo que decir-. Todos sorprendidos rápidamente pusieron una cámara y lo escucharon atentamente. Resulta que el perro se había cansado de escuchar mentiras y empezó a hablar:
-Escúchenme bien, voy a decirles todas las cosas que dicen de nosotros y no son verdad. La cola no la movemos, se mueve cuando estamos contentos como si fuera una sonrisa. No damos la pata, sólo mostramos lo bien cuidada que tenemos las uñas por escarbar el suelo. Si nos rascan la panza nos hacen cosquillas y movemos las patas porque es nuestra manera de reírnos a carcajadas. También dicen que vemos sólo en blanco y negro, pero no, vemos en 356 colores y con muy buena memoria recordamos nuestros mejores momentos. También podemos ver la televisión sólo que no hay algo que nos interese, y además no podemos manejar el control remoto con las patas porque apretamos todos los botones. Cuando olfateamos a otro perro es lo mismo que para ustedes decirle “hola, cómo te llamás?”. Damos vueltas en el lugar antes de acostarnos por que sabemos que es bueno hacer ejercicio antes de dormir. Creo que nada más, ah si, los huesitos que nos dan los enterramos en la tierra porque la usamos de heladera. Esto fue todo, sólo por hoy hablé, los perros tenemos un pacto de silencio y por eso nunca más me escucharán a mi y ni a ninguno más, los perros no hablamos ni nos hace falta hablar.-
Así fue, la primera y única vez que un perro habló, pero fue tanto el apuro y la sorpresa para todos que el camarógrafo se olvidó de poner el cassette para grabar y no quedó registro alguno de eso. Todos lo que lo escucharon ese día nunca pudieron contar nada, ¿quién le creería a alguien que dijo haber escuchado a un perro hablar?. Entonces, ¿alguien quien cree en esto que acabo de contar?

¡Feliz Cumpleaños!

Cuando empezó el festejo los globos colgaban de una lámpara. Mientras, los chicos jugaban y saltaban por toda la casa. Al terminar la fiesta los globos quedaron en su lugar toda la noche. Algunos se desinflaban mientras se dormían, otro explotó sin que nadie lo tocara. Pero había uno gordo y rojo que seguía sin dormirse. Por la mañana lo vieron con sus letras de FELIZ CUMPLEAÑOS bien infladas. La fiesta ya había terminado, ya no tenía sentido que siga ahí, ya no servía. Lo metieron en el horno, lo colgaron de la soga, lo sacaban a pasear, pero nada lo desinflaba. Así que lo empezaron a usar como almohadón. Le dibujaron con un marcador grueso unos ojos grandes y guiñó uno ojo. Después le hicieron una sonrisa y el globo dijo: - Feliz Cumpleaños!-. Claro, era lo único que sabía decir, porque lo tenía escrito en su cuerpo. Después le dibujaron la nariz. También unas orejas para que escuche, y manos y pies para caminar. El globo rojo era uno más de la familia, comía, estudiaba, jugaba con los chicos y dormía en el sillón. Al llegar otro cumpleaños también llegaron más globos. Estaba muy celoso, él quería se el único globo en la familia. Pero todos lo querían mucho y nadie le iba a sacar su lugar. Le dibujaron una novia en un hermoso globo dorado y a él le dibujaron bigotitos. Al poco tiempo se casaron y tuvieron muchos globitos redondos y juguetones. La casa se llenó de alegría y color, y aunque les parezca extraño, vivieron siempre felices como en una fiesta de cumpleaños.

Y colorín colorado, estos globos se han inflado.

lunes, febrero 06, 2006

Historia premiada

El lápiz estaba muy aburrido, hacía rato que estaba apoyado en ese escritorio, tenía poca punta y la cola mordisqueada. Cerca había una hoja con algunos mamarrachos que con él mismo habían hecho, pero se le ocurrió una idea, escribir un cuento el mismo, por su cuenta. Muy entusiasmado comenzó a escribirlo. Al rato llegó la birome y él le contó la fantástica historia que se le había ocurrido. La birome le preguntó si podía jugar con él escribiendo y como el lápiz era muy bueno le dijo que si. Pero la birome empezó a tachar palabras y hasta frases que el lápiz había escrito, quería cambiarle todo. Muy enojado el lápiz le dijo, este es mi cuento y mi historia, si no te gusta nada escribilo en otro papel. La birome le contestó y empezaron a pelar, él quería un guerrero y ella una princesa, el con espada y ella con un caballo, el que vivía en el bosque y ella en un castillo. Con tanta pelea y discusión las letras escritas se enojaron tanto que quemaron el papel. Una tijera que estaba por ahí esperó a que se calmaran un poco y les dijo –mejor que la corten con esta discusión, así no van a poder escribir nada ninguno de los dos!. Fue así que les propuso hacer una hermosa historia con los dos personajes que ellos querían. La historia de un guerrero con espada que vivía en el bosque y conoce a una hermosa princesa que paseaba en su caballo, se enamoran y viven felices en su castillo. A los dos les gustó mucho la idea. El lápiz y la birome comenzaron a escribir más cuentos, cada más y más. A todo el mundo les encantaban sus historias. Llegaron a ser muy famosos y ganaron muchos premios como el lápiz de oro y la birome de plata.

Pinchada rebelde

El tenedor rebelde no quería pinchar, de un día para el otro quiso dejar de trabajar. Soltaba cada bocado cuando lo empezaba a levantar. Al ponerlo en la mesa comenzaba a rezongar, el cuchillo y la cuchara ya no lo querían escuchar. Se ponía tan molesto que lo empezaron a apartar.Nadie en la casa lo quería usar, como ya no hacía lo que debía al fondo del cajón fue a parar. Así quedó olvidado en aquel lugar, un rincón tan feo y sucio que ni la luz quería entrar.Un corcho viejo de vez en cuando le quería conversar, pero el tenedor rebelde ni le quería contestar. Después de un largo tiempo y cansado de esperar, entendió que por desobediente lo debieron castigar. Se hizo amigo del corcho y lo comenzó a escuchar, aprendió de sus consejos que lo hicieron cambiar. Un día lo confundieron y lo volvieron a usar, tenedor arrepentido había vuelto a pinchar. Lo hacía tan bien que todos lo querían usar y así vivió feliz sin pinchar la rebeldía nunca más.

Seri Rimas Traviesas II

Solamente sobran los sombreros sentados
Tomando del termo tostadas de tarde
Queriendo el queso quejoso y quemando
Domando los dedos y el disco del dado.



Enseñanza

Una maraña de locas pirañas
Engañan arañas de muy malas mañas
Este año pudieron viajar a España
pero extrañan las uñas y algunas hazañas.

La niña que no tiene señuelo
Tiñe con cariño un viejo pañuelo
los caños y piñas añoran puñados
de pestañas largas y otoños tacaños.

Cañones de mucho tamaño
señalan artistas muy bien enseñados
con tanta leña que cae del cielo
añade un nido de paños y nietos.


Llamadas

Una llama orgullosa hace llover
Ollas calladas y llaves de tul
Un caballo que lleva pollera
Llena de collares y orgullo de tela.

Cayó atropellado el color amarillo
Creyendo que podía detallar su gatillo
Sin mallas ni toallas ni ayer ni mañana
Aquellas polillas comieron caballa.

Chillaba la calle por aquella llamada
Llorando llegadas y también cabelleras
Con llantas sin talles para las ballenas
Y avellanas en sillas que llegan con ellas

Los pollos mayores que están apoyados
Hallaron solitos el cuello del gallo
Y esos payasos sin callos ni rodillas
Seguro que tienen millones de cosquillas.